«Todos vamos a morir, frase que aunque suene fuerte, nos cuesta entender. Vivimos como la sociedad nos enseña, quizás como conviene que aprendamos, pensando que “si no sana hoy, sanará mañana”. Bajo este concepto, aceptamos todo tipo de situaciones que nos dañan y las convertimos en rutina. Pero lo más destructivo es que las empezamos a naturalizar, a creerlas parte inseparable e inevitable de nosotros, volviendo utópica la sola idea de creer en una vida en la que seamos responsables de nuestros estados de felicidad, realmente soberanos de elegir.
Sin embargo, a veces por desgracia o fortuna, nos topamos con la verdad, mejor dicho ésta nos atropella. Situación similar a esos zamarreos que nos daban de pequeños ante alguna travesura.
La salud, el estado de nuestro cuerpo y mente, por ejemplo, es uno de los puntos más débiles por donde la soga generalmente decide cortarse. Y es entonces donde ese proyecto, para el que creíamos que aun teníamos tiempo, se desvanece. Por eso, entender nuestra propia fragilidad y la de todo lo que nos rodea es imprescindible para salir del “ya habrá tiempo”.
Comienzo a sospechar que en este proceso de cambio, es necesario aceptarse frágil, y que para construirse, primero hay que estar desarmado, separado en tantos pedazos como sea posible, vulnerable. Es desde ese estado ínfimo de la esencia, desde donde deben partir las estructuras del nuevo ser. Y es el viaje, como un arca, que permite conservar de esa fragmentación, la matriz, la esencia de lo que somos para luego regenerarnos en una mejor versión.
Miento si diría que es fácil, que no duele, pero hay mucha recompensa en juego, necesitamos convencernos de que merecemos algo mejor, armarnos de valor para mirar hacia adentro, enfrentar los miedos, detonar y de aquellos escombros rescatar a quien habíamos olvidado que somos».
——————————-Mientras escribía esta pequeña reflexión, veía salir por la puerta las últimas cajas de quien fue aquel que todo y nada podía, del que necesitaba agendar reuniones con amigos para no olvidar y aun así fallaba, ese que solo soñaba y todo lo postergaba. Si solo aquél viera que todo aquello por lo que entregó su tiempo entra en un par de cajas con el rótulo “Frágil”, quizás hubiese despertado antes.
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