El oficial de migraciones jordano sostuvo demasiado la mirada sobre mí. Hojeaba el pasaporte y levantaba la vista cada vez.

El aeropuerto de la capital lucia como cualquier otro pero la diferencia con el de Egipto era notoria. Escáners infrarrojos, pantallas, descripciones en inglés, sí, sin dudas era distinto.

Lo que ocurría era que el lector biométrico dejó de funcionar un instante pero al confirmar mi identidad el oficial estampó un sello y me dio la bienvenida.

Jordania tiene un punto en contra para los viajeros que deciden visitarla «Por Libre». El sistema de transporte público es casi inexistente, lo que provoca que cualquiera tome su vehículo, invente una ruta y ponga un precio al servicio.

– Son carros blancos con letras (árabes) en negro – Me decía Bahir – Un profesor de química que abrió las puertas de su casa en Amman luego de invitarme por couchsurfing.

De pequeño él, como muchos otros, había escapado de Palestina con sus padres debido a la ocupación y persecución del régimen sionista israelí – que aún continua -.

-Debes conocer un lugar -dice Bahir emocionado – Es la verdadera zona de Bautismo en el rio Jordán, un sitio fuera del camino turístico – aseguró-

-¿Estas seguro? ¿No es zona militarizada?

-Si!! ¿y qué zona no lo está? – respondió con cierto sarcasmo-

Mañana, luego de la hora del rezo tomaremos un vehículo y te lo mostraré, no lo vas a creer.

Lo que no puedo creer es que la «Tierra Santa» respete misteriosamente una línea fronteriza impuesta por el hombre y sus políticas. ¿Raro no? -Pensé en voz muy pero muy baja-

Lo que quiero decir es que las tierras que desde hace miles de años se consideran sagradas dejen de serlo justo al atravesar el río Jordán. Allí, parece que la santidad pierde jurisdicción a pesar de que, por ejemplo, relevamientos históricos sitúan el área de bautismo del mismísimo Jesús en el margen jordano del río, donde incluso se han encontrado las ruinas de la capilla que se sostiene fue la utilizada por Juan el Bautista para tal ceremonia.

En fin, la mañana siguiente ahí estábamos, por una carretera anónima escapándole al calor y echando tierra para todos lados. Podría haber puesto un vaso con agua en el techo y hervirlo al instante hasta que:

-Cuidado Boludo!!! Un pozo!!!! -O su equivalente en árabe- Pumm Pum!! La rueda delantera derecha le dió un beso con lengua a un cráter en el asfalto que nos hizo cabecear el techo.

-¿Todos bien? – Pregunta el conductor –

-Si…. si…. ¿Falta mucho? – pregunté-

-No amigo. Estamos llegando a la costa del mar muerto y desde allí  son solo unos kilómetros más hacia el norte -al menos eso entendí-

Después de un rato cruzamos un puesto militar….. Miradas de rigor…. Pasaporte…y pasamos.

«Bienvenidos al Área de Bautismo» decía un cartel en varios idiomas -ENTRADA 10 Dólares – ¿A que Jesús no imaginó esto? – pensé –

De repente, un bus llega y comienza a vomitar gente de todas las nacionalidades que se agolpan en una tienda improvisada. Buscaban comprar túnicas, si y blancas, con la cara de Jesús impresa en el pecho como si de una estrella de rock se tratara.

Muchos allí mismo se despojaban de sus ropas pecadoras e introducían sus cuerpos desnudos dentro de la túnica listos para la limpieza espiritual en el río.

Un grupo y nosotros atravesamos los primeros árboles verdes y emocionado comencé a bajar por las escaleras rumbo al agua.

-Ticket!!!!! Ticket!!!! – Gritan cinco militares con armas de guerra-

-Bueno bueno!!! aquí tiene – que cagazo macho-!!!!

-Nada como la espiritualidad de un fusil dice un señor en culo y túnica detrás mío.

El río Jordán a esa altura no tiene más de 5mts de ancho por 1mtr de profundidad y exactamente en el medio, donde sumergió su cuerpo Cristo, como una broma de mal gusto, pasa una línea imaginaria que divide Jordania y el territorio Palestino/Israelí.

Ante la atenta mirada militar, uno a uno los fieles entran al agua. Algunos se derrumban en shock, otros caen en transe  y no falta quien, por ahí, grita como si necesitara un exorcismo.

Del otro lado de la costa la imagen tampoco superaba lo bizarro. El matorral verde era interrumpido por una plataforma de cemento, adornado por militares israelíes, armas y más personas con túnicas mojadas traslúcidas.

El ballet acuático de cuerpos desnudos, el hecho de no poder siquiera hablar con los de enfrente a riesgo de bala y yo, imaginándome a Jesús y Juan el bautista en medio con la línea de flotadores amarillos por la cabezal le estábamos quitando la mística al momento hasta que, por un instante, reconocí el milagro. Otro grupo entra en el agua y comienza a improvisar una oración. Del lado jordano, y en otro idioma, algunos se suman tomándose de las manos. Ortodoxos, cristianos, musulmanes, hindúes y hasta algún judío conectaron en un momento único que me hizo llorar.

Hasta el día de hoy no se si fue de la emoción o de la impotencia, de bronca por el mundo de mierda que el ser humano es capaz de crear, trazando fronteras de fé y dividiendo personas a punta de fusil.

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